miércoles, 28 de noviembre de 2012

Vete, coge el tren


Todavía no podía creérmelo cuando estaba allí, en el aeropuerto, con mis cuatro mejores amigas a punto de coger un avión con destino a la libertad.
Me encontraba sentada en la cola de embarque, con un macuto a la espalda que pesaba más que yo y con una mezcla entre felicidad e intriga sobre qué cosas nos depararía este viaje: el InterRail, un viaje que se convirtió en el mejor de mi vida.
El primer destino era Ámsterdam. Llegamos al albergue, dejamos el equipaje y salimos a la calle. Inmediatamente decidimos alquilar unas bicicletas y recorrer la ciudad.
Me sorprendió la facilidad que teníamos para movernos por toda Europa, algo que cinco días antes para mí hubiese sido impensable: coger trenes, comunicarnos con holandeses, alemanes o eslovenos, en realidad es algo mucho más fácil de lo que os imagináis.
Después de Ámsterdam, Berlín, Praga, la playa, Eslovenia, ciudades, paisajes, tranvías, calles, canales, Roma, la gente, risas, palabras, San Miniato, crepúsculos....

¿Sabéis que es lo mejor de todo el InterRail? Los trenes. No son trenes como los de ahora, como un Ave en el que se llega de Madrid a Sevilla en dos horas. Quizás tardan sus ocho horas en ir de una ciudad a otra, pero merece la pena; se pueden bajar las ventanillas, asomar la cabeza y con el viento en la cara, sentir realmente que se está en mitad de un lugar en el que nunca se había estado ni mucho menos se podría haber imaginado estar, con las mejores amigas, solas por Europa y con la sensación de que aún quedaba mucho más por descubrir.  


El InterRail nos permite salir de nuestra pequeña burbuja -en la que se tiene el plato en la mesa cuando se llega a casa, una cama calentita donde dormir y una bañera para recibir relajantes baños de espuma- y darnos cuenta de que hay momentos en que se deben afrontar situaciones como perder un tren a las cinco de la mañana y tener que dormir en la estación.
Parece algo desagradable contado de esta manera, pero os prometo que aventuras así pasan pocas veces en la vida, y qué mejor edad para hacerlas que con dieciocho años.

Abre los ojos. Disfruta. Quítate el miedo. Coge el tren. Vete.


Verónica Martín Molina.

3 comentarios:

  1. Un artículo magnífico para animar a abrir los ojos y ver el mundo. Enhorabuena

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  2. Di que sí Vero! Un viajecito de esos son los que hacen maravillarte de nuestro mundo, nos hacen ver lo mucho que nos queda por explorar...

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  3. Has conseguido tu objetivo Verónica... me has dado aún mas ganas de ir a explorar el mundo, que Madrid es muy pequeña!
    Dafne

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