lunes, 29 de abril de 2013

Cómo llegar a ser famoso en cinco lecciones


 Con el crecimiento de creaciones de revistas de corazón, la accesibilidad a Internet para cualquier persona y la búsqueda de audiencia por los canales de televisión, llegar a ser famoso no es tan difícil que lo que podríamos pensar. Con estas cinco lecciones vamos a ver como cualquier persona puede pasar de un ciudadano común al “tópico de la semana”.

Lección 1: Darse a conocer
Pasar un casting, publicar vídeos en YouTube o hacer una sextape, todos los medios son buenos para que te conozcan. El objetivo de esta lección es para destacarse y crear un buzz.

Lección 2: Desempeñar un papel
Desnudarse, tener una actitud y un lenguaje cool, y por supuesto, mentir, son las claves para esta segunda lección. No necesitas ser un actor o comediante, este paso no requiere talento.

Lección 3: Ofender a la opinión pública
Poner videos en Internet, publicar fotos en las redes sociales y hacer declaraciones en Twitter, no importa el medio, el objetivo es que la gente esté hablando de ti. De buena o mala manera, tu nombre debe ser citado por la mayoría de las personas para garantizar un índice de popularidad.

Lección 4: Mantener su imagen
La clave de este paso es saber tomar las decisiones correctas. Invitaciones en programas de televisión, entrevistas en las revistas o propuestas por los productores y elegir como vestirse: se debe controlar su imagen.

Lección 5: Tener su frase mítica
Este paso también puede ser el más importante, porque esto es lo que va a ampliar tu popularidad sin tener que hacer nada. Esta fase deberá contener menos de cinco palabras, no tener  verbo con un montón de puntuación y un vocabulario básico. Acercándose a este modelo, tu frase será accesible a todos y se propagará muy rápidamente. Será tu marca registrada.

 Estos cinco pasos nos enseñan la receta de la “celebridad”. No te queda más que ponerla en práctica. Ahora te toca a ti!


Mathilde Muller  Periodismo 1.1

jueves, 25 de abril de 2013

Galatea


Ella era inmaculada y rígida como el mármol. Sus finas curvas, mezcladas con los elegantes paños, insinuaban sus largas y atléticas piernas. La cara pulida y suave, con enormes ojos, pelo trenzado y belleza sobrenatural hizo enloquecer de amor a su escultor.

Pigmalión vivía obsesionado por encontrar la esposa perfecta. En esta búsqueda, dedicó su vida a esculpir en mármol modelos y mujeres bellísimas. Por fin culminó su obra maestra: Galatea, la figura más hermosa que jamás se había creado.

Pigmalión al terminarla, se acercó y empezó a tocarla, abstraído por su perfección. Galatea poco a poco comenzó a ablandarse, haciéndose dócil y manejable. El mármol estaba ya templado cuando abrió los ojos y comenzó a observar todo lo que tenía alrededor. No sabía como actuar. Aún no podía moverse bien por unos fuertes dolores en la espalda que se lo impedían. Debía acostumbrarse a la elasticidad de su nuevo cuerpo. Estiró los brazos hacia arriba, haciendo sonar todos sus pequeños huesos mientras bostezaba. De repente su mirada se paró y se encontró con él. El escultor, al verla cobrar vida, estalló de emoción y alegría, y la abrazó y la besó durante largo tiempo.

Al principio de su relación ambos estaban radiantes. Él era feliz y la obsequiaba con todo tipo de regalos, manjares, joyas... Ella, muy obediente, siempre le correspondía. Él era su creador y por tanto, le debía la vida. Pero pronto él empezó a enloquecer. Cada vez que salía con ella a la calle, todos los hombres al verla se enamoraban. Pigmalión no podía soportarlo. Llegó a la conclusión de que lo mejor sería encerrarla entre las cuatro paredes de su habitación, para que nadie más pudiese deleitarse con su belleza. Galatea le pertenecía, él la había creado y era suya.

Ella lloraba. Se sentía prisionera. Vivía en una pesadilla, encarcelada sin poder salir. Quería volver a su estado anterior, en el que no sentía nada, ni el viento, ni los besos, ni el dolor… Poco a poco se fue endureciendo con un gesto de tristeza en su rostro. Pigmalión, con el corazón destrozado al verla sufrir de aquella manera, decidió acabar con su desconsuelo rompiéndola en pedazos hasta que el mármol acabó por convertirse en polvo.



                                                                                 Verónica Martín Molina

miércoles, 24 de abril de 2013

Vocaciones


Políticos corruptos y escasamente preparados, gente que vende su vida a la televisión, economistas que lo son simplemente por el dinero que ganan y así podría seguir nombrando gente cuya única motivación es el dinero.

            ¿Es incorrecto eso? Para nada. Cada uno es libre de trabajar en lo que le plazca, pero si alguien tiene vocación de político y termina dirigiendo una empresa porque se cobra el triple, te haces una idea de las causas de la crisis (en todos los ámbitos) que atraviesa el mundo.

            El que vale, vale. Si de verdad alguien cree que tiene futuro y puede prosperar en una profesión, como mínimo debería intentarlo. Si no vale, ya se lo dirá alguien que conozca al respecto (aunque yo procuraría contrastar la información) y podrá replantearse su situación.

            No hace falta ser Enrique Iglesias para poder vivir de la música ni Salvador Dalí para ser pintor. Pero te aseguro que disfrutarás más y desempeñarás mejor tu trabajo que si estás toda tu vida en un despacho haciendo cuentas. No hay nada mejor que sentirse realizado con uno mismo y eso es algo que se consigue si disfrutas con tu trabajo.

            Hay que investigar, probar y equivocarse. Es cierto que hay trabajos que aparentemente nadie los desea, pero ya habrá tiempo de volver a ellos cuando tus proyectos no funcionen. Es verdad también que buscar tu trabajo ideal es  muy bonito, pero también hay que comer. Personalmente creo que se puede compaginar perfectamente esta búsqueda con un trabajo para cubrir las necesidades básicas.

            Esto va más allá del trabajo. Que nadie maneje tu vida, toma tus propias decisiones, realiza cosas con las que te sientas cómodo y te sentirás mejor, el dinero no lo es todo y no debe regir la vida de nadie.





Juan Llorente. Periodismo 1.1

martes, 23 de abril de 2013

Canciones


"Todo se acaba, ¿qué le vamos a hacer?... ¿Sabéis una cosa? Al final, lo único que quedarán serán canciones. Sí, este mundo está loco, en serio. Lo único que importan son las canciones. Nosotros nos haremos viejos, y feos, y gordos...pero nuestras canciones seguirán ahí... " 

Así es, lo único que quedarán serán las canciones. Porque son ellas las que me hacen recordar. Porque cuatro minutos con los ojos cerrados escuchando esa canción me hace volver a aquel verano maravilloso en el que solo pensaba en disfrutar el momento con mis amigos. Hasta algún día llego a creer que es domingo y que estoy en casa de mi madre escuchando a Sabina o a Ismael Serrano con la botella de coca-cola light leyendo alguna revista. O ese día que sonaba la típica canción ñoña en la discoteca y ese chico se acercó. 

Son recuerdos y también son nombres, sería capaz de poner nombre de canción a cada persona importante que ha pasado por mi vida, y aunque hayan pasado diez años, suena esa canción y de repente aparece esa persona en mi cabeza.

Es increíble la fuerza que tiene la música, es capaz de curar corazones, pero también de destruirlos. Todos hemos tenido estos momentos de masoquismo, estando en el fondo del pozo y poniendo esa canción que tanto ha significado en nuestra vida.

Las canciones me hacen volar. Son la medicina que no encontramos en la farmacia, como los libros. Algún médico debería dar menos pastillas y más cultura, más sentimiento, más emoción... que es lo que muchas personas necesitan.

Por eso en un momento de querer dejarlo todo llegó la navidad y con ella mi madre y una guitarra. Todavía no sé como agradecerle ese regalo. Hasta entonces les había resultado extraño que amando tanto la música jamás se me hubiese planteado el hecho de tocar un instrumento en 18 años (teniendo en cuenta también que mi hermano y mi padre tocan la guitarra).
Pero supongo que empiezas cuando llega el momento, y en mi caso fue en esa situación límite. Ese pedazo de madera con esas curvas tan perfectamente marcadas me llamó. Y aunque costó mucho llegar a coordinarnos ahora es mi apoyo, mi diario personal. Esas 6 cuerdas hacen que me sincere con tal solo tocarlas.

Y fijaros que yo soy más amante del piano, pero no ha llegado mi momento, supongo... Mientras tanto disfruto igual o más escuchando a amigos o desconocidos tocándolo. 



Tal vez, no todos tengáis esa concepción de la música, pero a mi me hace tan feliz pensar que siempre estará ahí... Cuando el mundo esté en tu contra, o te falte alguien, jamás desaparecerán las canciones. Por eso doy gracias a todas las personas que han hecho que le de sentido a este mundo, porque de no ser por ellos sería un poquito menos feliz. 


Y tú, ¿crees en la música como forma de vida?

Cristina Llamas Feliu de Cabrera
1º Periodismo

Practicando el nudismo


Me siento enfrente del ordenador y me pongo a pensar sobre qué puedo escribir. Las prácticas obligatorias es lo que tienen, te quedas en blanco y por más que lo intentas no te viene la inspiración. Además después de un buen rato delante de la pantalla empiezo a maldecir el hacer todo a última hora y ya sí que sí estoy completamente perdida. ¿De qué narices voy a hablar yo ahora? ¿Carpe diem otra vez? Creo que ese tópico lo he más que explotado ya a lo largo del curso en este blog. ¿De qué hablo pues?

De repente, me viene a la cabeza una frase, más bien una cita celebre del mismísimo Paulo Coelho: “Escribir es una manera educada de desnudarse en público”. Claro, ahí está, la cuestión es desnudarse. Siempre escribimos sobre noticias, temas, las posturas que tenemos ante determinados aspectos, pero nunca explicamos quienes somos ni por qué decimos lo que decimos. Nadie sabe en verdad por qué opinamos de una manera u otra. Detrás de la pantalla somos todo un misterio. Y siendo un misterio, nadie puede llegar a comprender nuestros textos como pretendemos que se haga.

 Al igual que nos presentamos el primer día de clase, en una entrevista, o nada más conocer a alguien, ¿por qué no hacerlo por aquí? Si no sabéis como soy ni cuáles son mis aspiraciones en la vida, ¿cómo vais a entender porque tengo esa frustración inexplicable a escribir cada dos por tres sobre “vivir el momento”? Así que, dejando mi vestimenta a un lado, siento decirles señores que voy a estrenar la sección de nudismo en este blog. Voy a desnudarme ante ustedes para que así puedan entender mis próximos textos.

No voy a empezar por el típico “Hola, me llamo Marta” porque no pretendo que esto se parezca a una sesión de alcohólicos anónimos. Simplemente comenzaré diciendo que para escribir esto estoy escuchando Nuvole Bianche de Ludovico Einaudi. Creo que se puede saber mucho de una persona por la música que escucha. Y por eso yo les comento que Ludovico se encuentra entre mis artistas favoritos. Qué mujer puede resistirse ante un hombre que toque el piano de esa manera… Bueno, en el fondo, qué mujer puede resistirse ante un hombre que toque el piano. ¿O no, chicas?

Y mira que yo también me he planteado aprender a tocar el piano para enamorarme a mí misma, pero a duras penas se tocar La Chocolatera. Así que ahora me encuentro en el mundillo de los aprendices de guitarra. Y con la tontería ya han pasado tres guitarras por mi casa. Si les soy sincera, esta pasión por las seis cuerdas nació después de escuchar Wish You Were Here. Y por el momento esa es la única canción que domino medianamente bien.

En cuanto al ya mencionado carpe diem, que les voy a decir que no hayan leído en mis anteriores textos… ¿Por qué esa fijación mía por vivir el momento? La verdad es que no me decanto por una sola respuesta. Podría ser tanto por la huella que me dejó la película “El club de los poetas muertos” como el miedo que le tengo a la muerte. O tal vez sean las ganas de hacer algo diferente con mi vida. No lo sé… es difícil de explicar. Si quieren un día quedamos a tomar un café y me expreso con mayor exactitud. Aunque he de confesar que el café no me gusta ni un pelo, otra cosa a tener en cuenta sobre mí.

Y por lo demás seré breve. Fotografía, animales, naturaleza, generación beat, deporte (sobre todo si es pádel), grandes expectativas, escrupulosa a rabiar, Alexander Supertramp, perfeccionista, música, atrevida, más música, Lords of Dogtown, familiar, cariñosa en brevedad, curiosa, muy curiosa, aficionada a debatir, ¿he dicho ya música?

En el fondo es imposible explicar como soy por aquí. Pero por lo menos puedo sostener que lo he intentado. Digamos que no he durado ni dos minutos exponiéndome al desnudo, así que, si no les importa, voy a volver a ponerme la ropa. Sé que después de esto es imposible que sepan donde tengo cada lunar exactamente, pero al menos ya se pueden hacer una idea de cada curva de mi cuerpo. Y eso me basta para que entiendan mis próximos textos.





Marta Fernández Sanz
1º Periodismo



viernes, 12 de abril de 2013

Partir.


Ahora mismo, mientras escribo este artículo, estoy volando. Si me paro a pensar en esto es una sensación increíble: estoy suspendida en el aire como un globo. Pero este globo se mueve a 600 kilómetros por hora. Y yo estoy aquí tranquila, como si nada hubiera pasado y escribo.

Esta mañana me desperté a las 5 para ir a tomar el avión que me lleva de nuevo a Madrid y me despedí de mi novio con un beso y una lágrima. Hay siempre un poco de nostalgia anticipada en todas mi salidas, un ligero velo de tristeza que me cubre al saludar a la gente que más quiero.
Entonces ¿por qué sigo partiendo?

Lo pienso y cada vez vengo a la misma conclusión. Es porque la noche, para dormir tranquila, recuerdo el olor de hierba cortada en las colinas de Inglaterra, la luz del atardecer que se filtraba por los rascacielos de Dubai, la arena caliente de Grecia que arde bajo de los pies. Y el torbellino de sentimientos que me provoca el encontrarme en un nuevo lugar, saber que lo voy a descubrir y explorar. Me da escalofríos.
Eso es porque parto y sobre todo porque viajo. Porqué hasta ahora ha sido el centro de mis mejores experiencias.

Viajar cambia la gente como pocas otras cosas pueden hacerlo. Te lleva a enfrentarte a lugares tan inmensos che te comunican lo mucho que eres insignificante, a contemplar sitios tan hermosos que te hacen comprender lo afortunado que eres, a descubrir lugares mágicos que te hacen sentir parte del espíritu del mundo.

La primera vez que bajé de un avión respiré profundamente, y recuerdo que mi padre me dijo: "Bien. Nunca dé por hecho un viaje, vívelo. Respíralo. ".
Es así, a veces simplemente con un respiro, que viajar nos hace descubrir las bellezas ocultas de la vida. Ayuda a entender cuanto incompleto somos y cuanto el mundo nos puede enriquecer. Ayuda a sentirse más humanos.

O por lo menos, eso es lo que siempre ha sido para mí.





Marina Bartolameazzi – Estudiante Erasmus