viernes, 30 de noviembre de 2012

Iberia, un nuevo estado

       Portugal y España son dos países que han compartido, durante la historia, cultura, religión, intereses políticos y, sobre todo, buenas relaciones de todo tipo. Es más, son entidades incluso más similares entre ellas que los estados que componían Italia y Alemania antes de sus unificaciones. Portugal formó parte de España en un momento de su historia. Curiosamente se separó en 1640, aprovechando la rebelión catalana, que tuvo que ser sofocada por las tropas reales. En el siglo XIX todavía prevalecía algún sentimiento de unión, que después desapareció prácticamente hasta los defensores actuales, en círculos concretos, como Pi i Margall y Cánovas del Castillo. Incluso algunos nacionalistas, contrastando con su propia esencia, han defendido la causa del iberismo (por ejemplo Francesc Macià, cuando proclamaba la “República Catalana como estado integrado en la federación ibérica”).
 



           Hoy en día, el iberismo es una ideología con menor fuerza que  en épocas anteriores. Esto se debe en gran parte a la alta presencia de ideologías separatistas en el país rojigualdo. Aquí la sociedad no solo ha olvidado el pasado que la une con sus vecinos, sino que, en algunos sectores, quiere ir en dirección contraria. En este sentido, los nacionalismos como el vasco y el catalán suponen un retroceso respecto a la idea deseable de ampliación de fronteras. Sin embargo, de 2009 a 2011, los apoyos al iberismo aumentaron de un 30,3% a un 39,8% en España, y en Portugal, de un 39,9% a un 46,1%. De hecho existe una asociación que defiende esta causa, llamada Movimiento Partido Ibérico. Un promotor de esta idea también fue el escritor luso José Saramago, que puede inspirar una gran confianza, dada su extraordinaria trayectoria literaria.

           En conclusión, la unión ibérica favorecería la riqueza cultural y económica de españoles y portugueses conformando una gran nación en el contexto europeo.  

 
 

Jaime Sánchez Moreno
Periodismo 1.1
 


jueves, 29 de noviembre de 2012

A Covadonga:

“La gente, más que las cosas, tiene derecho a ser restablecida, revivida, reivindicada y redimida. Nunca rechaces ni deseches a nadie”
Cada vez queda menos para que estés entre nosotros. ¡Y parece que fue ayer cuando perdí los diez euros que mi hermano y yo nos habíamos apostado tratando de adivinar si serías niña o niño! Aun así, creo que han sido los diez euros que mejor he perdido. ¿Por qué? Sencillamente porque ya tu existencia de por sí es algo maravilloso. Cada vida humana es única y eso es algo que iras aprendiendo según crezcas.
Sin embargo no todo es oro en el mundo en el que te toca nacer. En este recién empezado siglo XXI, todo el mundo se halla sumido en una crisis, y no solo de aspecto económico, lo cual no deja de ser relevante. Estamos metidos en una crisis de valores, de humanidad y fe.
Fíjate, por ejemplo, que hay quien asegura que no eres una persona porque aún no te hallas fuera del vientre de tu madre ni tienes un pensamiento tan complejo que te permita “pensar racionalmente”. ¡Cómo si el formar parte de los seres humanos solo fuese pensar! Quizá no seas capaz de razonar todavía como yo u otra persona más madura pero, instintivamente, te sabes querida.

 Pequeña Covadonga, puedo asegúrate que eres tan persona como cualquier miembro de tu familia. Algo semejante dice Sylock, el personaje de El mercader de Venecia al respecto: “¿acaso no sufrimos, no amamos, no nos reímos si nos hacen cosquillas, y no sangramos si nos pinchan?”. Porque, aunque seas del tamaño de un libro de texto  puedes  percibir, gracias a un instinto tan antiguo como el mundo mismo, que te aman ¿Acaso no es eso algo innato en el hombre?
 A pesar del mal que existe también hay belleza en la vida. No todo es como esos paños oscuros que, antiguamente, amortajaban a los difuntos. No, la vida es hermosa, pero solo si tú haces que sea bella. Nunca tengas miedo a afrontar los obstáculos que has de encontrar desde el momento en el que vengas al mundo. Errar es humano, y como persona, como la pequeña personita que eres, no te arrepientas de tus decisiones sean erróneas o acertadas. Y  lo más importante: VIVE
Ana Romero Urquiza                                                                                                               Humanidades y periodismo

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Vete, coge el tren


Todavía no podía creérmelo cuando estaba allí, en el aeropuerto, con mis cuatro mejores amigas a punto de coger un avión con destino a la libertad.
Me encontraba sentada en la cola de embarque, con un macuto a la espalda que pesaba más que yo y con una mezcla entre felicidad e intriga sobre qué cosas nos depararía este viaje: el InterRail, un viaje que se convirtió en el mejor de mi vida.
El primer destino era Ámsterdam. Llegamos al albergue, dejamos el equipaje y salimos a la calle. Inmediatamente decidimos alquilar unas bicicletas y recorrer la ciudad.
Me sorprendió la facilidad que teníamos para movernos por toda Europa, algo que cinco días antes para mí hubiese sido impensable: coger trenes, comunicarnos con holandeses, alemanes o eslovenos, en realidad es algo mucho más fácil de lo que os imagináis.
Después de Ámsterdam, Berlín, Praga, la playa, Eslovenia, ciudades, paisajes, tranvías, calles, canales, Roma, la gente, risas, palabras, San Miniato, crepúsculos....

¿Sabéis que es lo mejor de todo el InterRail? Los trenes. No son trenes como los de ahora, como un Ave en el que se llega de Madrid a Sevilla en dos horas. Quizás tardan sus ocho horas en ir de una ciudad a otra, pero merece la pena; se pueden bajar las ventanillas, asomar la cabeza y con el viento en la cara, sentir realmente que se está en mitad de un lugar en el que nunca se había estado ni mucho menos se podría haber imaginado estar, con las mejores amigas, solas por Europa y con la sensación de que aún quedaba mucho más por descubrir.  


El InterRail nos permite salir de nuestra pequeña burbuja -en la que se tiene el plato en la mesa cuando se llega a casa, una cama calentita donde dormir y una bañera para recibir relajantes baños de espuma- y darnos cuenta de que hay momentos en que se deben afrontar situaciones como perder un tren a las cinco de la mañana y tener que dormir en la estación.
Parece algo desagradable contado de esta manera, pero os prometo que aventuras así pasan pocas veces en la vida, y qué mejor edad para hacerlas que con dieciocho años.

Abre los ojos. Disfruta. Quítate el miedo. Coge el tren. Vete.


Verónica Martín Molina.

martes, 27 de noviembre de 2012

Y aprendí.
Ella me enseñó que así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidiría triunfar, y así fue. Decidí no esperar a las oportunidades sino buscarlas yo misma, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz. Ella me lo enseñó, y también me enseñó que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos. Aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer no ganar, me enseñó que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir, que con esfuerzo y dedicación lo conseguiría. Y gracias a ella yo sola aprendí que el mejor triunfo que podía tener es que estuviese a mi lado.
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, "el amor es una filosofía de vida". Me enseñó a querer. Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad. Desde aquel día no solo duermo para descansar, ahora también duermo para seguir soñando. Pero además también me enseñó que es cuestión de tiempo, solo eso. Del tiempo y de nosotros claro. El tiempo lo coloca todo. Hace que confíes o desconfíes, que creas o no creas, que llores o sonrías, que luches o te rindas, que quieras o no quieras. A veces hace daño. A veces agobia. No te deja disfrutar de esos pequeños instantes que pasan tan rápido en los cuales desearías que se parasen todos los relojes. Y cuando quieres que vaya rápido, va lento.
En su caso el tiempo ha conseguido como ella dijo que confié que crea, que sonría, que luche, en definitiva que quiera, que quiera y que aprecie cada minuto de la vida que tengo. Sí, es así como ella me enseñó...
El tiempo es inesperado, y sin embargo todo depende de él. También es arriesgado, incluso peligroso. Esas milésimas de segundo que viven con nosotros como un beso, una mirada, una sonrisa, una lágrima, un abrazo. Y en la mayoría de los casos, lo mejor es echar al tiempo un pulso y coger aunque sea unos segundos de ventaja para ir por delante de él y  poder disfrutar incluso de las cosas "feas".
¿Pero sabéis que? que también me enseñó que ser lo que yo siento me llevaría mi tiempo, que para demostrar tienen que dejarte hacerlo. Como ella decía solo tenía que relajarme, y dejarme ser yo misma en cada paso, así saldría lo bueno, lo malo, y lo regular. Así saldría yo. Y ¿qué hay más hermoso que conseguir ser totalmente auténtica?
Me hizo entender que estaría conmigo en cada sitio dónde la luna brillase con fuerza, aunque yo no la viese. Me dijo que nos quedaba un gran trayecto, o que al menos a mí sí (se reía). Sin destino fijo, sin rumbo concreto, lleno de ilusiones, de sonrisas, de gente buena y de gente mala. Me dijo que aprendiese al máximo de cada experiencia porque aunque ésta esté mojada, en algún momento secará, y que aunque no lo crea una persona necesita sentir alguna vez el "dolor" para encontrarse a sí misma y valorar las cosas. Y hasta que empecé a escuchar sus palabras y la sabiduría que transmitía cada arruga en su rostro, pensaba que todo se podía reducir a una probabilidad o a un porcentaje, que todo podía ser sí o no según la suerte y lo que fuese probable. Pero ella me hizo ver más allá. La vida no es tan simple, y aunque muchos crean que todo se reduce a un golpe de suerte, detrás de eso que muchos llaman suerte hay mucho más.
 Ella decía que cada uno crea su propia suerte y lo bueno o lo malo que venga acompañado de ésta son simplemente circunstancias con las que hay que aprender a vivir, ¿cuánta gente está peor que nosotros? decía. Mi suerte es teneros y aunque no sea una persona con dinero, con padres, o con marido por circunstancias de la vida, soy una persona muy rica por seguir hoy aquí a vuestro lado.
Ella me enseñó que hay cosas que no se pueden medir. ¿Qué porcentaje puedo usar para medir lo que quiero? ¿Un cien? se le quedaba corto, para ella el amor era incondicional. Y es que me enseñó día a día que los únicos errores que cometemos en la vida son las cosas que no hacemos por miedo, por vagancia, por indecisión. "Puede ser que la vida no sea la fiesta que esperas Paula, puede que no te vaya bien, puede que caigas, pero promete que lucharás para levantarte".
Tú no has elegido la vida que te ha tocado vivir, ninguno de nosotros, pero exprímela al máximo, sé feliz o inténtalo. Intenta hacer siempre lo que quieras, pero recuerda que siempre habrá gente a la que debas algo y gente a la que le debas todo.
Y es verdad que nunca sabes cómo te tratará la vida, dónde te llevará el futuro, o qué caro te puede costar el tiempo. Sin darnos cuenta todo va cambiando, día a día se cumplen nuestros sueños, se presentan nuestros miedos, y luchamos por preservar aquello a lo que nos aferramos, sin embargo la vida es caprichosa, y posiblemente llegara un día en el que todo dará un vuelco, pero solo tú puedes marcar el ritmo de tus pasos, y demostrar que es solo en el olvido donde todo llegará a perderse.
Porque se que siempre estarás tú ahí, te veo cada vez que miro la luna, te siento cada vez que cierro los ojos. Porque aunque ya no estés, me has dejado material suficiente para seguir yo sola. Te llevaré conmigo hasta el final del camino.
Gracias. Te quiero.





Paula Jaro.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Hora de cambiarse las gafas

 
“Después de la tormenta siempre llega la calma.”  “Tiempo al tiempo.”  “No hay mal que por bien no venga.” Todos conocemos estas expresiones que se crearon para producir efecto de motivación a la gente que se identifique con ellas. ¿Cuantas veces nos hemos quedado pensando y hemos visto el presente como si fuera la única cosa que nos queda? Vida solo hay una y si nos limitamos a observar únicamente el pasado, terminaremos volviéndonos locos ya que por mucho que queramos, es imposible de recuperar.
 
Me he considerado toda mi vida una 
persona que solía tolerar muy mal la frustración o el estrés.  No me veía capaz de funcionar como debía cuando atravesaba dificultades o imprevistos. Solía ver las pequeñas frustraciones de la vida diaria como retos difíciles y amenazantes. ¿Era eso bueno?  Para nada.  Es en estos momentos cuando doy gracias a los retos que no pude superar, ya que me han convertido en una persona mas fuerte y me han hecho llegar hasta donde estoy ahora mismo.  

El curso del 2011-2012 puedo considerarlo como “una etapa de mi vida” y no solo como un vago y triste recuerdo. ¿Fue un año malo? Sí, y además en todos los sentidos, pero gracias a eso, ahora me siento con mas fuerza que nunca y con ganas de demostrarle al mundo lo capaz que soy de levantarme. Han sido esos momentos difíciles los que me han hecho darme cuenta que la mente es mas poderosa de lo que pensaba y que lo principal para superar, ya sea un momento difícil, agobiante, duro o triste es estar dispuesto a superarlo. Por eso, es el momento  de quitarse las gafas negras, que lo único que consiguen es provocar pesimismo y ponernos las gafas de colores. Yo ya lo he hecho.
 
María Pérez-Durías
1.1 Humanidades y Periodismo

viernes, 23 de noviembre de 2012

¿Se hunde la bota?

¿Eres italiana? ¿Y de donde?”, “De Verona!”, respondo yo, lista para la frase siguiente, siempre la misma: “¡Verona! Qué bonita, la ciudad de Romeo y Julieta!”.
Y cada vez se dibuja una sonrisa en mi cara y mi pensamiento vuela a mi ciudad. Una ciudad rica de historia y de arte, incrustada en medio de verdes colinas, una plaza central de donde nacen callejuelas que fluyen a un castillo, a una fuente, a un río. Mi pensamiento vuela a mi país. “Bello” y rico.

¿Pero rico de que? Rico de mar, de montañas, de ciudades llenas de historia. Rico de arte y de cultura. El país de Dante, de Leonardo da Vinci y de Verdi. Italia: pizza, spaghetti y mandolina. Un país rico. Rico de todo lo que no es dinero. Rico de personas sin trabajo, de ancianos que tienen que robar en los supermercados para comer, rico de tristeza y humillación.

Y llega la segunda pregunta “¿Y qué piensas de Berlusconi?”. Cada vez que busco una respuesta mi cabeza está vacía. Un momento de silencio seguido de “Es difícil explicar…”. ¿Cómo se puede explicar el malestar que se siente viendo mi propio país así, arruinado? De Dante a Berlusconi. ¿Y porqué? No lo sé. Pero así está y mi país ha perdido su amarre y está desapareciendo en el horizonte. Los jóvenes escapan, no hay trabajo ni prospectivas de mejorar y la vida es más cara cada día.

¿Pero es la mejor decisión abandonar el barco? Yo no sé la respuesta, pero estoy segura de que quiero ser una de las personas que tiraràn de el para salvarlo. Porque quiero que mis hijos aprendan su cultura sin depender del mismo sistema y que la única persona importante y italiana que le mentirá sea Pinocchio.



Marina Bartolameazzi

jueves, 22 de noviembre de 2012

Generación Y ¿generación de oro o desperdiciada ?





« Niños del milenio », « e-generación », « digital natives”, “generación virtual”, estos son todos los apodos para referirse a un segmento de la población, los nacidos entre los años 80 y mediados de los 90. Todos estos términos se refieren a los niños que crecieron con el ordenador, videojuegos y más tarde Internet. La influencia y la dependencia de nuestra generación a estas tecnologías es cada día más fuerte.

¿ Qué adolescente, estudiante o joven trabajador no tiene una computadora, un teléfono móvil o incluso una consola de videojuegos ? ¿Quién no ha utilizado nunca Internet, las redes sociales, o mensajerías instantáneas ? Si aplicamos estas preguntas a la generación de nuestros padres, ¿cuántos de ellos habrían respondido de manera positiva ? Probablemente muchos más que los jóvenes de hoy. Estamos realmente en el grupo de edad que ha recibido una de las más grandes revoluciones tecnológicas del siglo XX: Internet… Antes el periodista tenía que usar una máquina de escribir, acercarse a un editor o ir a la redacción, sin embargo hoy lo que necesita es una simple página web o un blog como este para hacer públicas nuestras obras, a nivel internacional, en poco tiempo. Podemos igualmente ir de compras, aprender, apostar, comunicar, comprar y vender, leer periódicos, escuchar música, ver películas y tambien engañar, humillar y estafar a la gente en un par de clics.

Aquí está el resultado de nuestro dominio de las nuevas tecnologías. Llegamos en un buen momento, hemos tenido la suerte de ver el principio de una tecnológia como Internet, que se desarrolla con una facilidad impredecible y perversa. ¿Qué « niño del milenio »puede realmente vivir sin su teléfono móvil o su ordenador ? ¿Quién no usa o ha usado el lenguaje SMS, aunque casi no sepa escribir correctamente su propio idioma ? ¿Quién no ha pasado horas y horas en el ordenador, pero sin trabajar ? Por desgracia, la realidad es mucho menos alentadoar de lo que pensamos. Debemos ser conscientes de que con estos avances, nuestra generación está constantemente empujando sus propios límites, en cualquier campo que sea...




Mathilde Muller Periodismo 1.1

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Trátale como a una "dama"



No empezaré diciendo “Te lo dije”, pero te lo dije. Cuando sonó el teléfono y eras tú la que estaba al otro lado ya supe por qué llamabas. No hizo falta que explicases nada, estaba claro. “Dice que ya no le gusto, que no es el momento. Me asegura que no es por mí, que es por él”. Pero no, el motivo es que no le importas. Nunca lo has hecho, no te engañes. Suena duro, pero ya es hora de que despiertes, mejor, de que el mundo despierte.
¿Recuerdas aquel primer sobresaliente que sacaste en el colegio, con sudor y lágrimas, y por el cual tu madre te recompensó con una enorme bolsa de caramelos? Cuánto te costó, cuánto tiempo le dedicaste a ese maldito examen de matemáticas y qué feliz fuiste al ver el diez en el borde superior derecho de la hoja. Con tinta roja, ¡cómo olvidarlo! Pues bien, lo recuerdas y lo valoras en su totalidad porque te esforzaste, porque lo quisiste con ganas. Sabías que merecería la pena, aunque solo fuese por el premio que te esperaba al llegar a casa. Lo que ocurre es que ya no deseamos nada tanto como para sudar la camiseta por ello. Nos hemos vuelto conformistas, y tú querida amiga, también.

Los hombres, por algún motivo y en algún momento de la historia inidentificable, determinaron que las mujeres éramos una especie de objetos sin valor capaces de dejarse conquistar sin tan siquiera un mínimo esfuerzo. El problema va un poco más allá  ya que hemos sido nosotras las que lo hemos permitido. Prometo que hubo un tiempo,-y no hace tanto como creemos-, en el que un hombre te invitaba a un café simplemente para escucharte, conocerte. Te miraba, no, miento, te admiraba. Abrirte la puerta y encenderte un cigarro era más que suficiente. Se dejaba enamorar por todo lo que decías, y cuando le preguntaban “¿Cómo es ella?” le faltaba tiempo para describirte. Ahora raro es el que utiliza más de tres adjetivos (empleando siempre el “está buena”, como si hablasen de la carne asada que prepara su abuela). Pero claro, nos lo hemos ganado a pulso, lo tenemos merecido por desvalorizarnos dándole más importancia a llevar la falda corta  que a nuestra propia dignidad.

Lo que me resulta más paradójico es que las mujeres contemporáneas se rebelaron a las sumisas del pasado con el deseo de cambiar el mundo. Lucharon por el voto, el acceso a la universidad y el reconocimiento en nuestro trabajo. La cuestión es que hemos querido ser tan iguales que se nos ha olvidado que no lo somos. Hemos matado a nuestra feminidad, cualidad distintiva e inquebrantable, y hemos pecado de cobardes. Una vez más nos ha faltado carácter. Lo justificaremos diciendo que no hay nada que podamos hacer, que somos hijas de nuestro tiempo, pero si ese es el argumento que vais a utilizar, yo me independizo.

Cristina Bruzon Jáudenes

lunes, 19 de noviembre de 2012

En un mundo de locos



‘’En un mundo de locos, el verdadero demente es el cuerdo’’. Esta afirmación quizá no os diga nada, pero si he de ser sincero, a mi me crea una confusión constante.  La gente piensa que estás loco por nadar a contracorriente. Esto me sugiere varias preguntas: ¿Están locos los salmones?, y dejando de lado las bromas; si estas loco, ¿eso significa que eres cuerdo?;  si eres cuerdo, ¿significa que no estas nadando a contracorriente sino que vas río abajo?; lo que significa que los salmones sí están locos.

No se si aquellos que leen esto están entendiéndolo, si no es así, yo tampoco. Lo único que sé es que estáis leyendo a un demente, que en un mundo de locos o de cuerdos seguirá siendo un chiflado.  Pero como todo, la insania tiene sus ventajas, y todo el mundo tiene una parte, aunque sea pequeña, de locura. Lo creáis o no, es cierto, y si no lo es, me pregunto: ¿Nunca os habéis reído solos por la calle?, ¿nunca os habéis imaginado una historia?, ¿nunca habéis oído un ruido por la noche y os habéis escondido bajo las sábanas por miedo a algo inexistente? Y por último ¿nunca habéis escrito? Si habéis hecho algo de lo anterior, sin lugar a dudas estáis locos. 

Me despediré de vosotros diciendo: La locura es el punto álgido de la imaginación, esta surge de la mente, la cual, cuando se abre, se asemeja a una sonrisa y cuando se cierra, parece un ceño fruncido. Con esto quiero decir: La mente abierta produce imaginación, que es creada por la locura, por lo que todos los factores están relacionados entre sí.  Si estos agentes están vinculados, quiere decir que si la mente abierta parece una sonrisa, la locura también, por lo que está, es la felicidad. Tal y como decía el escritor Mark Twain, ‘’La felicidad y la cordura son una combinación imposible’’.




Eduardo Llandres Cons. Humanidades y Periodismo 1.1

PROGRESO ¿O NO?


Es curioso ver cómo cada día avanzamos más en todos los campos de la ciencia.
Cuando digo avanzando, me refiero a inventar artefactos y cachivaches muy útiles. ¿o no lo son?
Ayer encontré una noticia que me sorprendió bastante: “inventan una cama que se hace sola”. A simple vista parece algo muy útil para todos, pero me puse a pensar y ahora dudo que ese progreso nos haga bien. Hace unos cuarenta años los estudiantes tenían que ir a la biblioteca para buscar un libro que necesitaban leer para hacer algún trabajo que les hubieran mandado. Hoy en cambio si a mí me mandan hacer un trabajo sobre un libro, lo primero que hago es entrar en Internet y buscarlo ahí, o aún mejor, buscar un trabajo ya hecho y ni siquiera molestarme en leerlo. ¿De verdad es progreso el poder hacer las cosas prácticamente sin moverse o que la cama se haga sola? Esto no es progreso, yo lo llamaría deshumanización.
 El hombre es trabajador por naturaleza, y lo que estamos consiguiendo con este supuesto progreso (que por otro lado también es útil)es quitarnos trabajo, conseguir comodidad, en definitiva, hacernos unos vagos.
 Reconozco que Internet es muy útil y tiene muchos pros, pero cuando el año pasado en el colegio nos dijeron que leyéramos “La Metamorfosis” de Kafka y fui el único bobo de la clase que lo leyó (ya que los demás leyeron resúmenes en Internet) y no fui el único en aprobar el examen, se me cayó el alma a los pies. Pensaba “no sabéis lo que os estáis perdiendo”. El progreso es útil, pero realmente nos está haciendo perder progresivamente cosas como leer para divertirse, o hacer la cama, que en el fondo tu madre tiene razón cuando te dice que hacerte la cama te ayuda a ser responsable.
Nos estamos convirtiendo en unos comodones que aprovechamos la tecnología para la más mínima chorrada. Una cama que se hace sola… a mi me parece decadente. A este paso dentro de cien años viviremos como en la película de Pixar Wall-e, sentados en unos sillones de donde no nos moveríamos en nuestra vida y cuidados por robots.



 Luis Ruspoli Álvarez de las Asturias Bohorques

sábado, 17 de noviembre de 2012



BENDITO PROGRESO

Cuenta la leyenda que hubo una vez en esta nuestra confederación de comunidades autónomas (antes incluso que ellas) una idea políticamente incorrecta. Una idea por la que muchos lloraron, se emocionaron, lucharon y murieron. Una idea falsa y perniciosa, antaño conocida como España.  Idea en la que ejemplo de españolismo eran los vascos. Disparate que no negaba que los catalanes fueran españoles.

El mito, cuenta que hubo un pasado en el que el sabor salado del sudor y de la sangre derramados eran para muchos más dulces que la miel.

Afortunadamente hoy despreciamos a nuestros antepasados. Hemos avanzado, digámoslo con orgullo, somos mejores, les hemos superado y poco a poco con el tiempo vamos olvidando su barbarie.

Vamos olvidando el espíritu fiero e indomable de la lucha a la desesperada y del honor hasta en la derrota.

Vamos olvidando el brillo de las cadenas rotas en la carga de los tres reyes.

Vamos olvidando los nombres de aquellos que como el horrible cojo, manco y tuerto Blas de Lezo, dieron su vida al servicio de su (palabra que debemos evitar para ser gentes ortodoxas y políticamente correctas) patria.

Vamos olvidado el tronar de los cañones en Bailén,  la caída del sol alargando la delgada sombra de nuestras enhiestas picas en Pavía, Ceriñola, Mühlberg, Gembloux, Ostende, Breda, Nördlingen… Y tantos otros nombres de los que debemos avergonzarnos.

Insisto, somos mejores, menos egoístas, más sacrificados. Hemos superado un pasado por el que otros nos envidian y que hoy, nos parece vomitivo.
No nos dejamos la espalda buscando patatas en una tierra baldía. Vivimos, lamentándonos al tener que mover el culo del sofá para buscar el mando y mirando hacia otro lado cuando alguien nos recuerda que hubo y que aún hay gente que lucha y muere por los suyos a sabiendas de lo que hace.

Pero esa locura ya ha pasado. ¡Quememos nuestros viejos estandartes y vayamos al cine a ver alguna película americana de acción! ¡Encerremos toda nuestra historia en un baúl y tirémosla al mar atada a un bloque de hormigón! seguro que así nos va mejor…

La historia nos devolverá nuestro trato con la misma moneda con la que le pagamos. Y seguro que entonces comprobaremos que somos mejores que ellos.

Bendito progreso…
            https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgt2KTT5aaqfHysXRoxRr84GFxdtkHfHaC6eG6GbCN20tYwtD1zkC3oCy0ZKRBQUVtV7dx4yJlrXR_fxxTlDyreNJFd36Eg_8eVSZ57q3JfsoFgJ2C9kObAUD7XrgAi0RapDzKuEcEXNWlp/s1600/30bcerec.jpg
                       
 Por Alberto Ciruelos Enjuto

viernes, 16 de noviembre de 2012


                 

               PEQUEÑOS DETALLES


Ando por la calle, grandes almacenes y lujosas marcas anuncian ansiosas el inicio de la Navidad. Miro mi móvil, 13 de noviembre. Llego a casa, abro mi armario y ahí siguen los bañadores en el segundo cajón. Parece que fue la semana pasada cuando estaba en la playa o en el curso cero, pero han pasado más de dos meses desde que se acabaron las vacaciones y no me he dado ni cuenta. Eso no me preocuparía si en mis diecinueve años de vida hubiera hecho cosas suficientes como para llenar estos dos meses vacíos, pero hago memoria y el tiempo pasa sin que te percates de su velocidad. A simple vista parece que haya malgastado un cuarto de mi vida porque miro atrás y no puedo identificar con facilidad qué he hecho o qué convierte mis dos últimos meses en algo más que un ir y venir de casa a clase y viceversa.




Es un problema generalizado de la juventud de hoy en día el no sentirse parte de algo grande, el creer que uno está aquí sin ninguna razón. Pasamos los días buscando satisfacer de manera inmediata nuestros deseos y aspiraciones más banales, sin esforzarnos por intentar cambiar con nuestros actos cotidianos el mundo que nos rodea. Y esto, en ocasiones, provoca frustración e incertidumbre. ¿Soy realmente feliz? ¿Afectaría mi ausencia a mi alrededor? 
Quizás el problema es que nos empeñamos en pasar la vida esperando a que llegue algo grande, aspirando a vivir grandes hazañas e historias que contar, y esto nos impide disfrutar del presente, de la felicidad que nos aportan las pequeñas tonterías del día a día y que consiguen que dos meses sean algo más que un fugaz período de tiempo. Tardes con nuevos amigos, encuentros con viejos conocidos y toda una serie de momentos que serían difíciles de enumerar en una lista como “Cosas que me hacen feliz” pero que en conjunto animan a que día a día uno se levante con ganas de volver a hacer ese trayecto de casa a clase y de clase a casa.

Juan Llorente Paz. Periodismo y Publicidad 1.1