“La
libertad de cada pueblo es la cultura”. Con esta gran frase de Miguel de
Unamuno terminó en la gala de los Goya, Enrique González Macho, su emocionante
discurso. Inmediatamente, la
pregunta que apareció en mi cabeza tras oír esta cita fue: ¿Por qué tantos y
tantos años los hombres se han dedicado a amar la literatura, el arte, el cine,
la belleza, la danza… la cultura?
Pues bien, reflexiono y me doy cuenta de que
estoy completamente de acuerdo con la frase que citó el presidente de la
Academia de cine. La cultura, el saber, las cosas bellas nos dan la capacidad
de elegir qué es aquello que nos gusta; nos hacen realmente disfrutar de las
cosas buenas, saber distinguir, ser selectivos y evitar que caigamos en la ignorancia
y en los lugares comunes.
Pero,
¿de dónde surge todo este amor por conocer? Es cierto que la cultura es un
reflejo del ser humano. Toda ella gira en torno a los aspectos antropológicos y
los aspectos trágicos de la vida del hombre; y es por ello por lo que queremos
descubrirla y entenderla, para finalmente conocernos a nosotros mismos.
El
deseo de libertad está en todos los seres humanos también. Cuando los hombres
no pueden ser libres se convierten en esclavos, incapaces de progresar y crecer.
Si el hombre no puede leer, no puede escuchar, y se le impide el paso a los
caminos de conocimiento, nunca será un hombre completo.
Libertad
y cultura por lo tanto van de la mano. La libertad implica poder conocer, y a
su vez conociendo nos hacemos libres. Debemos ser críticos con nosotros mismos
y no dejar de interesarnos por las cosas que realmente nos hacen personas
libres y felices, porque este es, en realidad, el fin de cualquier hombre.
Si
cada uno por su lado se propone empezar a recorrer el camino del conocimiento,
se formará una sociedad, un pueblo culto y por tanto, libre. No lo pienses más.
Merece la pena
Verónica
Martín Molina
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