viernes, 10 de mayo de 2013

LA UNIÓN EUROPEA Y SU FUTURO

         En estos últimos años, la cohesión de la Unión Europea está más cuestionada que nunca. Las medidas que planean los dirigentes europeos, por ahora, son ineficaces. Cada estado miembro tiene un sistema socioeconómico diferente y, debido a esto, las directrices de Bruselas son muy difíciles de adaptar al sur de Europa. Lo peor de todo es que la mayoría de los habitantes del viejo continente han perdido la confianza en los gobernantes de sus países, ya que dichos políticos han pensado más en el bienestar de los bancos y las cajas que en el de la sociedad. El sentimiento europeísta está en la cuerda floja (el día 9 de mayo de este año no vi ninguna noticia que mencionase el aniversario de lo que hoy se llama Unión Europea, hubo un silencio sepulcral). En 2002 el euro se convertía en la moneda común de la mayoría de los países europeos y fue acogida con gran optimismo. Sin embargo, once años más tarde, muchos economistas nos hablan de una posible salida del euro, sobre todo en Chipre, Grecia, Italia, Portugal y España. Una de las pocas buenas noticias, que ha contemplado la comunidad de los 27, ha sido la del premio que ha recibido por sus méritos de reconstruir Europa: el Nobel de la Paz.
          La dirección de la UE está adoptando medidas demasiado austeras, imposición de recortes extra para muchos sectores laborales, además de los recortes necesarios. Los gobiernos europeos están obligados a cumplir, porque tienen presente la amenaza del rescate. Pero eso no quiere decir que nuestros presidentes sean unos pobres incomprendidos que no pueden aportar soluciones, porque no se lo permiten. Yo, personalmente, deseo que la UE se convierta en una nación. Creo que sucederá, aunque para ello falta mucho. ¡Viva Europa!
Jaime Sánchez Moreno
Periodismo 1.1

miércoles, 8 de mayo de 2013

ERES


Hay veces en la vida en las que crees que algo en tu vida ha cambiado. Te miras en el espejo y veo algo diferente en mi rostro. No sabría decir exactamente qué es. Mis ojos tienen un brillo especial, como vidrioso; mis mejillas han adquirido un rubor único; mis labios tienen un sabor original y nunca paladeado por mí. Ya se lo que hay de diferente en mi cara. Eres tú. 
Antes de ti, la vida era una fotocopia en blanco y negro y el destino una meta a la que no me apetecía llegar. Tú estás entre los apetecible, lo eterno y lo verdadero. Me enseñaste a ser fuerte y a luchar ante las dificultades. Tú me haces fuerte. Me pintas una sonrisa cuando ni si quiera me acordaba de que estaba ahí, escondida.Me has enseñado a creer en mí misma y a no rendirme nunca, también me has enseñado a hacer una mueca de desprecio al dolor y a que cuando llega en su máxima acepción darle la espalda.
Contigo he aprendido que a veces tengo que olvidarme de mí misma para ser tú. Disfrazaremos tú de mí y yo de tí. Me ha costado mucho llegar hasta aquí, pero por fin he alcanzado mi regalo, siendo feliz por ti, más que por mi misma.

Eres mi parte favorita de la canción, eres como el comienzo de vacaciones, eres como un refresco frío en una tarde calurosa de verano, eres el abrazo de una persona a la que hacía mucho tiempo que no veías, eres mi comida favorita, mi libro de cabecera, mi película favorita, eres París por la noche o Venecia por el día. Eres cosquillas,  carcajadas en medio de una película, el timbre de fin de clase, eres poesía, unos zapatos nuevos para estrenar, eres estar en casa, comer un helado con extra de chocolate, eres la llegada del buen tiempo, aprobar un exámen. Eres más que todo eso. Una bomba, una explosión de sentimientos.

Gracias a ti, por fin conozco una parte de mi final. Tú eres mi final y tu destino es estar conmigo, a mi lado, haciéndome feliz, porque desde que llegaste, no he parado de sonreír.



                                                           María Salcedo García Periodismo 1.1

martes, 7 de mayo de 2013

Chaquetilla, careta, arma y guante


Me acerco a las perchas donde están colgadas las chaquetillas acolchadas y escojo una de mi talla. Antes de ponérmela, coloco sobre mi pecho un peto  de plástico duro que me protegerá de los golpes. Un guante en la mano derecha. Y entonces escojo las piezas protagonistas: un sable de empuñadura para tiradores diestros. Una careta azul de apretada rejilla cubre mi rostro.
Aprovecho para mirar a mi adversario. Es grande, parece fuerte, y por cómo se mueve advierto que lleva más tiempo en este deporte que yo.
Llega el entrenador. Da la señal. Empiezo con una preparación, tengo que averiguar que va a hacer el gigante para desarmarme. Inicio una pequeña marcha. Mi oponente me imita amenazante, quiere llevarme al fondo de la pista. Comienzo a romper paso a paso aligerando el ritmo según él aumenta la velocidad.
Entonces ocurre, su sable se dirige a mi travesón.  Creyendo que me va a golpear protejo la zona con el arma. Si golpea  mi sable  perderá la preferencia, le golpearé y el primer punto será mío. Pero su idea es otra, enseguida me doy cuenta: una finta en cuarta. Me ha hecho creer que iba a por el travesón, pero su intencion es golpear el hombro.
El impacto llega antes de que pueda mover el brazo en un intento de defenderme. A pesar del peto, siento dolor. Estoy furiosa. Pero lo que de verdad me molesta es la humillación, a pesar de la rejilla de la careta veo que se ríe de mí. No lo voy a tolerar, en el próximo golpe e prometo partirle una costilla.
Volvemos a situarnos en posición inicial. El árbitro vuelve a dar la salida, esta vez no hago preparación alguna. Marcho alternando el ritmo: más rápida, más lenta, dejando que se aleje, volviendo a presionar y, mientras le engaño: muevo el sable de un lado a otro. Quiero confundirlo, que no sepa de dónde va a venir el ataque.
Estamos muy cerca del final de la pista, es mi última oportunidad para lanzarme a fondo con un sablazo imparable. Además el abusón está posicionado en tercera, no podrá defenderse.
Toda la fuerza que he ido reservando se concentra en el brazo derecho que se estira como un muelle para golpear, para hacer daño.
Le golpeo tan fuerte que siento vibrar cada hueso de mi extremidad. Creo oír gemir de dolor al individuo, pero no me importa. El brazo me duele mucho, he dejado caer el arma porque su peso me produce una terrible agonía. Chillo. El resto de mi cuerpo no existe.  Me he vengado, eso es lo que importa. El canalla está furioso, le he hecho mucho daño. Dice que lo mío no es nada. Espero que haberlo roto parte de las costillas. Le lanzo una mirada terrible, no tengo fuerzas para golpear en cierta parte y evitar descendencia de semejante bruto. Me marcho dolorida pero satisfecha. No permito que nadie me pisotee, aunque he aprendido una valiosa lección; nunca ataques con rabia.
Ana Romero Urquiza
Humanidades y Periodismo

Rêver


Ella miraba tranquilamente por la ventana. El brillante parpadeo de las estrellas en el nocturno cielo oscuro le hacia parecer diamantes a sus ojos. Se sentía segura. Las estrellas parecían girar y girar, como una bailarina rusa, como si cada una tuviese su propia canción.


Ninguna era igual a las demás, todas eran distintas y parecían estar besadas por la radiante luz de la luna.
Se tumbó en la cama, viendo como se entrelazaban las constelaciones a sus ojos y poco a poco los sentía cansados, como si de sus pestañas para abajo tiraran.
 
El insomnio se había apoderado de ella recientemente, impidiéndola disfrutar de esos calidos fotogramas que aparecían en su cabeza, haciéndola algunas veces recordar y otras desear. También le hacían pensar demasiado y en otras ocasiones simplemente le obligaban a dejarse llevar. Esos fotogramas llenos de ilusión que la gente clasifica como sueños.
Esto es rêver.

María Pérez-Durías
Humanidades y Periodismo

viernes, 3 de mayo de 2013

Lágrimas de sal


Era una tarde de verano como otra cualquiera. Estaba sentada en la orilla, a los pies del mar. Ese día estaba especialmente bonita, y el paisaje la acompañaba. Allí estaba, bajo un cielo azul intenso que empezaba a teñirse con los primeros colores morados del atardecer y algún que otro también naranjizo por el reflejo de los colores del sol en el agua. El mar estaba tranquilo, también de un azul intenso, aunque según se iba acercando a la playa, se iba blanqueando su color, hasta llegar a ese blanco sucio y movedizo de la espuma de la orilla que bañaba los pies de la chica. Apenas se oía más que el susurro de las olas al chocar contra las rocas y algunas pocas gaviotas que chillaban en el cielo. 

Embobado con su figura, me iba acercando poco a poco. Ese cuerpo blanquecino, con esa piel perfecta, que solo con la mirada sabías que la piel tenía que ser suave por fuerza. Delicada como una rosa. Su pelo rubio y algo rizado llegaba hasta su cintura brillando fuerte bajo los rayos del escaso sol que quedaba. Apenas llevaba puesto un vestidito blanco sin mangas, de una tela muy fina, casi transparente. Los pies descalzos y nada de abrigo, a pesar de que empezaba a refrescar. De repente parece ser que oyó alguno de los que yo intenté que fueran discretos pasos y se volvió. Esos ojos, esa mirada. Esos grandes ojos verdes del color de las aceitunas que miraba tan fuerte que parecía traspasar montañas. Esa mirada que parecía decir tantas cosas y que a mi me era difícil entender.

Una lagrima calló por sus suaves y sonrojadas mejillas resbalando cuidadosamente por su naricita, como si no quisiera erosionar ni un poco su adorable tez, llegando a sus labios carnosos y rojos y perdiéndose en la barbilla. Con la calma que solo ella y la playa con el mar saben tener, se levantó suavemente y, sin volver la vista hacía mí se escapó de aquél paisaje que parecía de cuento, huyendo por la orilla de la playa. La dejé ir. Sabía perfectamente que no quería verme, y que probablemente no querría hacerlo más. Me dolía como mil puñales clavados en el corazón, como cuando se le echa sal a las heridas, pero no podía hacer nada más. Mis "lo siento" no valían. Mi hija nunca me perdonaría. 



Mercedes Martínez Peña
1º PyP


jueves, 2 de mayo de 2013


La habitación

Supongo que soy ese tipo de persona, me he pasado la vida huyendo de mis problemas, aprovechando las buenas acciones de otras personas, mejores personas, al menos admito que soy mala gente. No me engaño a mí mismo, sé lo que soy, y asumo las consecuencias, pero mientras pueda seguir huyendo de mis delitos, nunca recibiré ningún castigo, al final, solo Dios podrá juzgarme.

Nunca permanezco mucho tiempo en un mismo lugar, es demasiado arriesgado para la gente como yo, es mejor mantenerse en movimiento, pagar siempre en efectivo, no contar con nadie, no ser nadie. A pesar de todo, creo que por fin Dios ha decidido hacer algo conmigo.

Ya ha pasado una semana desde que me mudé al nuevo bloque de apartamentos de mi ciudad. Necesitaba cambiar de lugar, respirar aire fresco, las cosas se habían puesto muy tensas  en la calle para mí. Parecía que todo iba a salir bien, como siempre, sin problemas, podía comenzar otra vida y no tener que preocuparme por nada.

Pero llevo cinco días seguidos atrapado en mi apartamento, cada noche tengo el mismo sueño horrible, y lo peor de todo es que conforme pasan los días, parece más real, cada vez que me despierto, el corazón me va a mil por hora. No sé si me estoy volviendo loco, es como si mi mundo se hubiera esfumado, para ser sustituido por otro mundo de locura insana.

Mi puerta está cerrada con cadenas desde dentro, los cristales de mis ventanas parecen estar reforzados, no hay línea en el teléfono, grito y nadie me oye, ni siquiera mi vecina, a la que veo a través de un pequeño agujero que conecta mi habitación con la suya. Puedo ver por mi ventana como la vida de toda la ciudad sigue su normalidad, los coches pasan por la carretera, la gente caminando…

Hoy ha aparecido un agujero, en la pared de mi cuarto de baño, oigo voces ahí dentro, y no consigo saber su extensión, está demasiado oscuro. Creo que si llego hasta el final de ese túnel, definitivamente habré abandonado todo mi mundo, ya nada tiene sentido para mí aquí.

 Necesito respuestas, y no voy a conseguir nada quedándome encerrado en mi habitación, en esta especie de limbo, entre el mundo real y la locura. Ya no pienso volver a tener miedo de nada ni de nadie, voy  a luchar por mi vida, y voy a asumir las consecuencias de mis actos, ya no necesito esconderme, nunca más.
José Pina Balfagón
1.1 Humanidades y periodismo
 
 

 

lunes, 29 de abril de 2013

Cómo llegar a ser famoso en cinco lecciones


 Con el crecimiento de creaciones de revistas de corazón, la accesibilidad a Internet para cualquier persona y la búsqueda de audiencia por los canales de televisión, llegar a ser famoso no es tan difícil que lo que podríamos pensar. Con estas cinco lecciones vamos a ver como cualquier persona puede pasar de un ciudadano común al “tópico de la semana”.

Lección 1: Darse a conocer
Pasar un casting, publicar vídeos en YouTube o hacer una sextape, todos los medios son buenos para que te conozcan. El objetivo de esta lección es para destacarse y crear un buzz.

Lección 2: Desempeñar un papel
Desnudarse, tener una actitud y un lenguaje cool, y por supuesto, mentir, son las claves para esta segunda lección. No necesitas ser un actor o comediante, este paso no requiere talento.

Lección 3: Ofender a la opinión pública
Poner videos en Internet, publicar fotos en las redes sociales y hacer declaraciones en Twitter, no importa el medio, el objetivo es que la gente esté hablando de ti. De buena o mala manera, tu nombre debe ser citado por la mayoría de las personas para garantizar un índice de popularidad.

Lección 4: Mantener su imagen
La clave de este paso es saber tomar las decisiones correctas. Invitaciones en programas de televisión, entrevistas en las revistas o propuestas por los productores y elegir como vestirse: se debe controlar su imagen.

Lección 5: Tener su frase mítica
Este paso también puede ser el más importante, porque esto es lo que va a ampliar tu popularidad sin tener que hacer nada. Esta fase deberá contener menos de cinco palabras, no tener  verbo con un montón de puntuación y un vocabulario básico. Acercándose a este modelo, tu frase será accesible a todos y se propagará muy rápidamente. Será tu marca registrada.

 Estos cinco pasos nos enseñan la receta de la “celebridad”. No te queda más que ponerla en práctica. Ahora te toca a ti!


Mathilde Muller  Periodismo 1.1

jueves, 25 de abril de 2013

Galatea


Ella era inmaculada y rígida como el mármol. Sus finas curvas, mezcladas con los elegantes paños, insinuaban sus largas y atléticas piernas. La cara pulida y suave, con enormes ojos, pelo trenzado y belleza sobrenatural hizo enloquecer de amor a su escultor.

Pigmalión vivía obsesionado por encontrar la esposa perfecta. En esta búsqueda, dedicó su vida a esculpir en mármol modelos y mujeres bellísimas. Por fin culminó su obra maestra: Galatea, la figura más hermosa que jamás se había creado.

Pigmalión al terminarla, se acercó y empezó a tocarla, abstraído por su perfección. Galatea poco a poco comenzó a ablandarse, haciéndose dócil y manejable. El mármol estaba ya templado cuando abrió los ojos y comenzó a observar todo lo que tenía alrededor. No sabía como actuar. Aún no podía moverse bien por unos fuertes dolores en la espalda que se lo impedían. Debía acostumbrarse a la elasticidad de su nuevo cuerpo. Estiró los brazos hacia arriba, haciendo sonar todos sus pequeños huesos mientras bostezaba. De repente su mirada se paró y se encontró con él. El escultor, al verla cobrar vida, estalló de emoción y alegría, y la abrazó y la besó durante largo tiempo.

Al principio de su relación ambos estaban radiantes. Él era feliz y la obsequiaba con todo tipo de regalos, manjares, joyas... Ella, muy obediente, siempre le correspondía. Él era su creador y por tanto, le debía la vida. Pero pronto él empezó a enloquecer. Cada vez que salía con ella a la calle, todos los hombres al verla se enamoraban. Pigmalión no podía soportarlo. Llegó a la conclusión de que lo mejor sería encerrarla entre las cuatro paredes de su habitación, para que nadie más pudiese deleitarse con su belleza. Galatea le pertenecía, él la había creado y era suya.

Ella lloraba. Se sentía prisionera. Vivía en una pesadilla, encarcelada sin poder salir. Quería volver a su estado anterior, en el que no sentía nada, ni el viento, ni los besos, ni el dolor… Poco a poco se fue endureciendo con un gesto de tristeza en su rostro. Pigmalión, con el corazón destrozado al verla sufrir de aquella manera, decidió acabar con su desconsuelo rompiéndola en pedazos hasta que el mármol acabó por convertirse en polvo.



                                                                                 Verónica Martín Molina

miércoles, 24 de abril de 2013

Vocaciones


Políticos corruptos y escasamente preparados, gente que vende su vida a la televisión, economistas que lo son simplemente por el dinero que ganan y así podría seguir nombrando gente cuya única motivación es el dinero.

            ¿Es incorrecto eso? Para nada. Cada uno es libre de trabajar en lo que le plazca, pero si alguien tiene vocación de político y termina dirigiendo una empresa porque se cobra el triple, te haces una idea de las causas de la crisis (en todos los ámbitos) que atraviesa el mundo.

            El que vale, vale. Si de verdad alguien cree que tiene futuro y puede prosperar en una profesión, como mínimo debería intentarlo. Si no vale, ya se lo dirá alguien que conozca al respecto (aunque yo procuraría contrastar la información) y podrá replantearse su situación.

            No hace falta ser Enrique Iglesias para poder vivir de la música ni Salvador Dalí para ser pintor. Pero te aseguro que disfrutarás más y desempeñarás mejor tu trabajo que si estás toda tu vida en un despacho haciendo cuentas. No hay nada mejor que sentirse realizado con uno mismo y eso es algo que se consigue si disfrutas con tu trabajo.

            Hay que investigar, probar y equivocarse. Es cierto que hay trabajos que aparentemente nadie los desea, pero ya habrá tiempo de volver a ellos cuando tus proyectos no funcionen. Es verdad también que buscar tu trabajo ideal es  muy bonito, pero también hay que comer. Personalmente creo que se puede compaginar perfectamente esta búsqueda con un trabajo para cubrir las necesidades básicas.

            Esto va más allá del trabajo. Que nadie maneje tu vida, toma tus propias decisiones, realiza cosas con las que te sientas cómodo y te sentirás mejor, el dinero no lo es todo y no debe regir la vida de nadie.





Juan Llorente. Periodismo 1.1

martes, 23 de abril de 2013

Canciones


"Todo se acaba, ¿qué le vamos a hacer?... ¿Sabéis una cosa? Al final, lo único que quedarán serán canciones. Sí, este mundo está loco, en serio. Lo único que importan son las canciones. Nosotros nos haremos viejos, y feos, y gordos...pero nuestras canciones seguirán ahí... " 

Así es, lo único que quedarán serán las canciones. Porque son ellas las que me hacen recordar. Porque cuatro minutos con los ojos cerrados escuchando esa canción me hace volver a aquel verano maravilloso en el que solo pensaba en disfrutar el momento con mis amigos. Hasta algún día llego a creer que es domingo y que estoy en casa de mi madre escuchando a Sabina o a Ismael Serrano con la botella de coca-cola light leyendo alguna revista. O ese día que sonaba la típica canción ñoña en la discoteca y ese chico se acercó. 

Son recuerdos y también son nombres, sería capaz de poner nombre de canción a cada persona importante que ha pasado por mi vida, y aunque hayan pasado diez años, suena esa canción y de repente aparece esa persona en mi cabeza.

Es increíble la fuerza que tiene la música, es capaz de curar corazones, pero también de destruirlos. Todos hemos tenido estos momentos de masoquismo, estando en el fondo del pozo y poniendo esa canción que tanto ha significado en nuestra vida.

Las canciones me hacen volar. Son la medicina que no encontramos en la farmacia, como los libros. Algún médico debería dar menos pastillas y más cultura, más sentimiento, más emoción... que es lo que muchas personas necesitan.

Por eso en un momento de querer dejarlo todo llegó la navidad y con ella mi madre y una guitarra. Todavía no sé como agradecerle ese regalo. Hasta entonces les había resultado extraño que amando tanto la música jamás se me hubiese planteado el hecho de tocar un instrumento en 18 años (teniendo en cuenta también que mi hermano y mi padre tocan la guitarra).
Pero supongo que empiezas cuando llega el momento, y en mi caso fue en esa situación límite. Ese pedazo de madera con esas curvas tan perfectamente marcadas me llamó. Y aunque costó mucho llegar a coordinarnos ahora es mi apoyo, mi diario personal. Esas 6 cuerdas hacen que me sincere con tal solo tocarlas.

Y fijaros que yo soy más amante del piano, pero no ha llegado mi momento, supongo... Mientras tanto disfruto igual o más escuchando a amigos o desconocidos tocándolo. 



Tal vez, no todos tengáis esa concepción de la música, pero a mi me hace tan feliz pensar que siempre estará ahí... Cuando el mundo esté en tu contra, o te falte alguien, jamás desaparecerán las canciones. Por eso doy gracias a todas las personas que han hecho que le de sentido a este mundo, porque de no ser por ellos sería un poquito menos feliz. 


Y tú, ¿crees en la música como forma de vida?

Cristina Llamas Feliu de Cabrera
1º Periodismo

Practicando el nudismo


Me siento enfrente del ordenador y me pongo a pensar sobre qué puedo escribir. Las prácticas obligatorias es lo que tienen, te quedas en blanco y por más que lo intentas no te viene la inspiración. Además después de un buen rato delante de la pantalla empiezo a maldecir el hacer todo a última hora y ya sí que sí estoy completamente perdida. ¿De qué narices voy a hablar yo ahora? ¿Carpe diem otra vez? Creo que ese tópico lo he más que explotado ya a lo largo del curso en este blog. ¿De qué hablo pues?

De repente, me viene a la cabeza una frase, más bien una cita celebre del mismísimo Paulo Coelho: “Escribir es una manera educada de desnudarse en público”. Claro, ahí está, la cuestión es desnudarse. Siempre escribimos sobre noticias, temas, las posturas que tenemos ante determinados aspectos, pero nunca explicamos quienes somos ni por qué decimos lo que decimos. Nadie sabe en verdad por qué opinamos de una manera u otra. Detrás de la pantalla somos todo un misterio. Y siendo un misterio, nadie puede llegar a comprender nuestros textos como pretendemos que se haga.

 Al igual que nos presentamos el primer día de clase, en una entrevista, o nada más conocer a alguien, ¿por qué no hacerlo por aquí? Si no sabéis como soy ni cuáles son mis aspiraciones en la vida, ¿cómo vais a entender porque tengo esa frustración inexplicable a escribir cada dos por tres sobre “vivir el momento”? Así que, dejando mi vestimenta a un lado, siento decirles señores que voy a estrenar la sección de nudismo en este blog. Voy a desnudarme ante ustedes para que así puedan entender mis próximos textos.

No voy a empezar por el típico “Hola, me llamo Marta” porque no pretendo que esto se parezca a una sesión de alcohólicos anónimos. Simplemente comenzaré diciendo que para escribir esto estoy escuchando Nuvole Bianche de Ludovico Einaudi. Creo que se puede saber mucho de una persona por la música que escucha. Y por eso yo les comento que Ludovico se encuentra entre mis artistas favoritos. Qué mujer puede resistirse ante un hombre que toque el piano de esa manera… Bueno, en el fondo, qué mujer puede resistirse ante un hombre que toque el piano. ¿O no, chicas?

Y mira que yo también me he planteado aprender a tocar el piano para enamorarme a mí misma, pero a duras penas se tocar La Chocolatera. Así que ahora me encuentro en el mundillo de los aprendices de guitarra. Y con la tontería ya han pasado tres guitarras por mi casa. Si les soy sincera, esta pasión por las seis cuerdas nació después de escuchar Wish You Were Here. Y por el momento esa es la única canción que domino medianamente bien.

En cuanto al ya mencionado carpe diem, que les voy a decir que no hayan leído en mis anteriores textos… ¿Por qué esa fijación mía por vivir el momento? La verdad es que no me decanto por una sola respuesta. Podría ser tanto por la huella que me dejó la película “El club de los poetas muertos” como el miedo que le tengo a la muerte. O tal vez sean las ganas de hacer algo diferente con mi vida. No lo sé… es difícil de explicar. Si quieren un día quedamos a tomar un café y me expreso con mayor exactitud. Aunque he de confesar que el café no me gusta ni un pelo, otra cosa a tener en cuenta sobre mí.

Y por lo demás seré breve. Fotografía, animales, naturaleza, generación beat, deporte (sobre todo si es pádel), grandes expectativas, escrupulosa a rabiar, Alexander Supertramp, perfeccionista, música, atrevida, más música, Lords of Dogtown, familiar, cariñosa en brevedad, curiosa, muy curiosa, aficionada a debatir, ¿he dicho ya música?

En el fondo es imposible explicar como soy por aquí. Pero por lo menos puedo sostener que lo he intentado. Digamos que no he durado ni dos minutos exponiéndome al desnudo, así que, si no les importa, voy a volver a ponerme la ropa. Sé que después de esto es imposible que sepan donde tengo cada lunar exactamente, pero al menos ya se pueden hacer una idea de cada curva de mi cuerpo. Y eso me basta para que entiendan mis próximos textos.





Marta Fernández Sanz
1º Periodismo



viernes, 12 de abril de 2013

Partir.


Ahora mismo, mientras escribo este artículo, estoy volando. Si me paro a pensar en esto es una sensación increíble: estoy suspendida en el aire como un globo. Pero este globo se mueve a 600 kilómetros por hora. Y yo estoy aquí tranquila, como si nada hubiera pasado y escribo.

Esta mañana me desperté a las 5 para ir a tomar el avión que me lleva de nuevo a Madrid y me despedí de mi novio con un beso y una lágrima. Hay siempre un poco de nostalgia anticipada en todas mi salidas, un ligero velo de tristeza que me cubre al saludar a la gente que más quiero.
Entonces ¿por qué sigo partiendo?

Lo pienso y cada vez vengo a la misma conclusión. Es porque la noche, para dormir tranquila, recuerdo el olor de hierba cortada en las colinas de Inglaterra, la luz del atardecer que se filtraba por los rascacielos de Dubai, la arena caliente de Grecia que arde bajo de los pies. Y el torbellino de sentimientos que me provoca el encontrarme en un nuevo lugar, saber que lo voy a descubrir y explorar. Me da escalofríos.
Eso es porque parto y sobre todo porque viajo. Porqué hasta ahora ha sido el centro de mis mejores experiencias.

Viajar cambia la gente como pocas otras cosas pueden hacerlo. Te lleva a enfrentarte a lugares tan inmensos che te comunican lo mucho que eres insignificante, a contemplar sitios tan hermosos que te hacen comprender lo afortunado que eres, a descubrir lugares mágicos que te hacen sentir parte del espíritu del mundo.

La primera vez que bajé de un avión respiré profundamente, y recuerdo que mi padre me dijo: "Bien. Nunca dé por hecho un viaje, vívelo. Respíralo. ".
Es así, a veces simplemente con un respiro, que viajar nos hace descubrir las bellezas ocultas de la vida. Ayuda a entender cuanto incompleto somos y cuanto el mundo nos puede enriquecer. Ayuda a sentirse más humanos.

O por lo menos, eso es lo que siempre ha sido para mí.





Marina Bartolameazzi – Estudiante Erasmus