Oído, escucha... Lector, atiende... Memoria, recuerda…
Recuerda la historia que te voy a contar.
Escucha mi historia. Atiende a tu historia
Recuerda La Historia.
Recuerda La Historia.
Mientras Cronos reinaba en
el cielo, nacieron los primeros hombres. Vivían sin preocupaciones,
desconocedores de todo mal. Amados por
los dioses. Eran estos los Hombres de Oro;
dichosos, felices, tranquilos… Vivieron largo tiempo, pero el Destino, inexorable,
los sumió en la muerte.
Tras ellos, crearon los
inmortales una segunda estirpe, los Hombres
de Plata. Vivían una larga vida, pero siempre como niños… Inmaduros… Dependientes…
Irracionales… Vivieron largo tiempo, pero el Destino los sumió, inexorable, en
el dulce sueño de la muerte.
Tras ellos, crearon los
inmortales una tercera estirpe, de
bronce. Era esta una raza violenta y guerrera, fuente de fuego, desangre, de destrucción. Y así, ellos mismos, con sus armas,
se arrojaron, inexorables, al negro abismo de la muerte.
Tras estos, crearon los inmortales
una cuarta estirpe, una estirpe noble, una estirpe justa; la estirpe de los Héroes. Pero la guerra y el mal
acabaron también con esta generación.
La siguiente generación fue la de hierro, castigada por los dioses, odiada por el destino. Generación
de Grecia, de Roma, generación de
hombres. Hombres capaces de todo, de lo peor y de lo mejor. Hombres devotos de
sus dioses. Hombres fieles a su patria. Generación de reyes, de caballeros, de
cruzadas… Generación de revoluciones, de liberalismo, de guerras… Pero esta raza, también cayó.
Quisiera, lector, poder
decir que no pertenezco a esta última generación...En los fuegos de la industria,
entre masas consumistas, nacieron malogrados ,los hombres de plástico. Hombres que todo tienen, hombres que todo
quieren. Hombres vacíos... Estirpe que vive en paz, pero que no vive. Hombres
con prisa, pero que no van a ningún sitio. Hombres que por desear lo que no
tienen, han dejado de querer lo que poseen. Hombres sin rostro ni nombre... Hombres sin dioses, sin alma… Hombres sin sombra y hambrientos…
Hombres no hombres.
Alberto Ciruelos
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