No podemos dejar de asombrarnos
ante la brutalidad e inhumanidad que algunos pueblos pasados han tenido con los
más pequeños de la sociedad a lo largo de la historia. Las manos se dirigen
rápidamente a nuestra boca entreabierta y sorprendida cuando descubrimos que no
es un mito, sino una realidad que pueblos antiguos llevaron a cabo numerosos
infanticidios. Lacedemonia es una clara prueba de ello: los espartanos, al nacer un espartiata, lo llevaban
a los ancianos de la ciudad, que, si consideraban que el niño no era lo
suficientemente fuerte como para servir a esta sociedad tan guerrera, lo
abandonaban en el monte Taigeto, donde finalmente moría.
«Menudos
bestias» es nuestro primer pensamiento. « ¿Y las madres lo permitían? Menos mal
que con el paso de la historia nos hemos hecho más razonables, humanos,
civilizados». ¿Pero qué pasa? ¿Estamos ciegos? Ahora es mucho peor. Antes, las
madres seguramente lloraban a sus hijos abandonados, ahora son ellas las que
deciden acabar con su vida. La única diferencia es que ahora no nos afecta,
“ojos que no ven, corazón que no siente, ¿no? Sin contar con la manipulación
del lenguaje: IVE (Interrupción voluntaria del embarazo), derecho de la mujer…
que sin duda dulcifican hasta el extremo la expresión «matar a tu propio hijo».
Sí, matar, porque la persona es persona desde el momento de la fecundación por
mucho que la gente lo quiera subjetivizar y pensar que no lo es hasta el mes
tal o el momento cual. Esas ridículas teorías se caen por su propio peso. “Son
solo un conjunto de células” ¿Acaso nosotros no? Pero este tipo de afirmaciones
calan en la sociedad, que cree tener la conciencia limpia sabiendo que solo se
han deshecho de un ser vivo, no humano, inservible o enfermo. ¿De verdad nos creemos mejores que ellos, capaces de decidir si viven o no?
Y es así como,
a través de la mentira, que parece ser la mayor virtud de nuestra sociedad
postmoderna, sin valores ni criterio, justificamos una desastrosa III Guerra
Mundial a los más inocentes y débiles, a los que más necesitan protección. Y es
que no aprendemos de la historia, esa magistra
vitae de la que hablaba Cicerón. ¿Más humanos? ¿En serio?
Cristina Sendra Ramos
Eso es lo que hace falta, gente que luche por la VIDA, que ya nos quieren quitar hasta el derecho a vivir. Un buen artículo Cristina, que nunca te hagan cambiar de opinión, porque ahí está la verdad.
ResponderEliminarDafne
como se nota que estudias humanidades jajajaja
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