Es increíble como forjamos nosotros mismos
nuestras jaulas. Como vamos juntando barrote con barrote sin dejar espacio
alguno para una posible puerta. No es la
sociedad la que nos atrapa, sino cada uno de nosotros ni más ni menos.
Ahora mismo podría salir a la calle y ver
como el 95% de las personas a mí alrededor llevan casi las mismas prendas de
vestir. Moda lo llaman, yo prefiero llamarlo estupidez humana. Y es que no
entiendo esas “normas” establecidas por las cuales si no te compras algo que
acaba de salir al mercado no estas a la moda. O peor, eres un anticuado. ¿No es
acaso mejor ser original y comprar solo aquello que te guste? Porque
sinceramente, yo no creo que guste llevar pinchos de unos 5 centímetros en los
hombros, rosarios como collares o tacones de alturas impensables… O por lo
menos esto no gustaba hace un par de años.
Nosotros somos los que tenemos miedo a que
nos cataloguen como “los no modernos”. Y es por eso por lo que vamos cual tour
materialista de tienda en tienda en busca de tendencias. ¿Y qué es lo que
estamos consiguiendo con esto? Que todos y cada uno de nosotros limitemos
nuestros gustos. Que cada día nos vistamos para una exigente sociedad en vez de
para nosotros mismos. Que tengamos que renovar nuestro armario cada dos por
tres. Y que aquel que vaya con una boina o aquella que vaya con el chal de su
abuela sean mal vistos ante los ojos de una moderna sociedad. Eso sí, si Louis Vuitton o Giorgio Armani
añadieran en sus próximos desfiles la boina o el chal, tened por seguro que estos
no faltarían en ninguna tienda de ningún país.
Marta Fernández Sanz.
1º Periodismo.