Con motivo del 54º aniversario del levantamiento independentista del pueblo
tibetano, el 10 de marzo, se ha escrito mucho, y nunca es suficiente.
Desde 1950, el Tíbet pertenece a China. En todo este tiempo, ha habido
muchísimas manifestaciones a favor de su independencia. En algunas de estas
reivindicaciones, monjes tibetanos han llegado a inmolarse, para mostrar su indignación.
El personaje más famoso de la lucha independentista es el Dalái Lama.
Actualmente, bajo el comunismo de Pekín, los símbolos del Dalái Lama están
censurados por representar el movimiento secesionista. Pero también es cierto
que, antes de pertenecer a la gigante asiática, no tenían un régimen democrático,
precisamente. Como país, el Tíbet estaba regido por el Dalái Lama y, por tanto,
era un país confesional, con el budismo como la religión oficial. Además este
profeta, llamado Tenzin Gyatso, no vive nada mal al lado de sus compatriotas,
ni pasa hambre ni frío. En el resto del mundo, tenemos la idea de que tiene una
forma de vida muy humilde, pero nada es lo que parece. Los tibetanos no pueden
negar que han sufrido tanto la esclavitud, tanto con el gobierno lamaísta como
con el comunista.
Conozco personalmente un caso de unos turistas que casi detienen por
llevar, en un folleto de viajes de El Corte Inglés, una foto del Dalái Lama. Esto
ocurrió en la misma Tíbet. Hasta los extranjeros son censurados por
insignificantes motivos, que encima son casuales, sin ninguna intención
ideológica. Estados Unidos, como la mayoría de países del mundo, está a favor
de la independencia tibetana, pero por miedo a entrar en guerra con su rival
directo en potencia mundial, no ha podido hacer nada por liberar al país del
Himalaya.
El Tíbet, poco oxigenado por la
altitud, también está ahogado por la falta de libertad. Espero, en un futuro
cercano, la independencia de este territorio.
Jaime Sánchez Moreno
Periodismo 1.1